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Girl, You're Not Invisible, Page 2

Johanna Doval


  A él se le humedecieron los ojos y comenzó a desesperarse.

  - No, no puedo mi amor, te necesito a ti para estar bien

  - Yo siempre estaré contigo - le dijo acompañando sus lágrimas - pero debes dejarme partir. 

  - No puedo…no voy a enamorarme de alguien más nunca…

  - Lo harás, porque no puedes pasar lo que te queda de vida llorando mi partida. 

  - Si puedo - dijo determinadamente - solo obsérvame…

  - No puedes…y no dejare que lo hagas, Gee - dicho esto se desvaneció entre las sombras y la luz de la luna.

  Gerard comenzó a llorar más fuerte y se dejó caer contra el piso llorando por su amada. 

  - ¡Lisie, vuelve! - comenzó a gritar desesperado-.

  Al instante la luz de su habitación se encendió y fue consciente de su madre abrazándolo y tratando de calmarlo. 

  - Mi amor relájate, solo fue un sueño. 

  - ¡No! - grito él desesperado - ¡necesito que Lisie vuelva ahora! - siguió llorando entre los brazos de Donna, quien no comprendió sus palabras…y solo atribuyo su llanto a la depresión por la que su hijo estaba pasando…

  La mañana siguiente Gerard despertó recostado en su cama, tenía la ropa de la noche anterior aún puesta y solo estaba cubierto por una manta. Le ardían mucho los ojos y al levantar la cabeza se encontró con que Donna estaba dormida a su lado. 

  Ahora recordaba que la noche anterior ella se había quedado a acompañarlo para tratar de calmarlo, recordaba no dejar de llorar…pero no podía... evitarlo. ¿Qué estaría pasando por la cabeza de su madre?, ¿qué pensaría al verlo llorar?; seguramente ella debía estar convencida de que estaba depresivo por la muerte de su novia. 

  Todo lo que estaba pasando era una locura, y Gerard dudó por un momento el quizás estarse volviendo loco, pero algo le decía que debía creer…porque, por muy extraño que todo pareciera, estaba seguro que Lisa de verdad estaba vigilándolo y se sintió casi seguro de que, aunque no pudiera verla de día, ella debía estar observándolo escondida en alguna sombra. 

  Donna abrió los ojos con expresión somnolienta y esbozo una sonrisa cargada de preocupación hacia su hijo. Él se mantuvo serio y la contempló con sus ojos hinchados sin decir nada.

  — ¿Estás más tranquilo? — le preguntó ella.

  Gerard negó con la cabeza conteniendo a duras penas las lágrimas una vez más. 

  Su madre le acarició la mejilla con el dorso de su mano, odiaba verlo así…

  — Cálmate, lo de ayer solo fue un mal sueño. 

  — No — consiguió responder. — mamá, Lisa vino a verme…

  Donna abrió los ojos como platos y se le quedó viendo con una elocuente mirada de que se estaba volviendo loco. 

  — Cariño…sabes que eso no es verdad.

  Gee se sintió decepcionado en parte, porque era obvio que su madre nunca le creería eso, aunque él supiera que decía la verdad. 

  — Te juro que no estoy mintiendo. — le dijo con voz temblorosa. 

  — Mi amor, Lisa murió…sé que te duele, y lo imagino, pero no puedes dejar que esto te afecte hasta tal punto de que empieces a creer que ella te visita. — Gerard la miro con incredulidad. — No te hagas daño a ti mismo…sabes que ella no lo hubiera querido así. 

  — ¡No te estoy mintiendo! — espetó él enfadado. — no tengo razona para mentir con algo así…nunca podría…

  — Gee, ¿recuerdas que una de mis amigas es psicóloga?

  Gerard no pudo evitar sentido brutalmente ofendido ¿Qué acaso creía que estaba loco? Él sabía perfectamente lo que había visto, e iba a seguir jurando ver a Lisa. 

  — Actúas como si estuviera demente…

  — No estás demente — le explico ella — solo estas estresado. Acabas de sufrir un duro golpe psicológico, y es normal que te cueste aceptarlo…

  Gerard apretó los labios en una dura línea intentando contener la desesperación de no ser comprendido. 

  — ¿Puedes dejarme solo? — pregunto cuando sus fuerzas para contener la rabia se fueron esfumando. 

  — Estamos hablando — replico su madre. 

  — No — le espetó Gerard molesto —no estamos hablando…tú solo estás acusándome de estar loco…

  — No, cariño…no estás entendiendo. 

  — ¡Ya entendí! — replico cerrando los puños — ¡para ti es demasiado fácil decir que estoy estresado!...pero yo soy él que la está viendo por las noches…!no tú! 

  Donna empalideció ante su seguridad, pero aquello no podía ser verdad, se dijo a si misma.  Hijo… 

  — No mamá…!en serio déjame solo! — le ordenó con voz cortante. 

  Su madre comprendió que no había mucho que hacer por el momento, y tal como se lo pidió, se levantó de la cama, sin ni siquiera esperar un gracias por haberlo acompañado toda la noche, y se retiró. 

  En cuanto la puerta se cerró, Gerard sintió una lagrima recorrer nuevamente su mejilla. Su vida no podía ser peor…se había quedado sin el amor de su vida, y encima su familia no le creía cuando decía que podía verla. 

  — No sabes cómo te necesito…— murmuro en voz baja para sí mismo. 

  En respuesta una pequeña brisa helada se sintió cerca de él. Gerard levantó la mirada y contuvo la respiración conservando la calma, mientras su corazón se agitaba irremediablemente.

  — ¿Lisie?... — preguntó en voz baja sabiendo que ella debía estar observándolo. 

  No obtuvo ninguna otra señal y se quedó maldiciendo su vida mientras pensaba en qué hacer. 

  De pronto las palabras que recordaba de la noche anterior acudieron a su mente. “Solo te pido que salgas adelante”, ella se lo había dicho…pero ¿cómo salir adelante?, ¿Cómo hacerlo si lo único que era capaz de hacer era sentarse a llorarla todo el maldito día?, sin duda debía pensar en algo…pero ese algo no sería superar su muerte. 

  Una vez que la noche cayó y luego de que Gerard se hubiera levantado de la mesa sin acabar su cena, salió de la casa a toda velocidad y partió rumbo a la casa de Lisa. 

  Cuando Jessica (la hermana gemela de Lisa) abrió la puerta su expresión reflejo una elocuente muestra de sorpresa, sin embargo se alegró de verlo y lo hizo pasar enseguida. 

  — ¿Qué te trae por aquí, Gee? 

  — Si quiere la verdad, no podía estar más en mi casa…necesitaba alejarme de todo y venir al hogar de mi novia. 

  — Supongo que aún no lo asimilas, ¿verdad?

  — No — admitió tristemente. 

  — Yo tampoco lo hago…no puedo hacerlo, es duro pasar por fuera de su habitación y saber que ya no está ahí…

  — Si no le molesta… ¿puedo subir a su habitación un momento? — inquirió tímidamente. 

  — Claro que puedes…ve. 

  Gracias.

  Gerard subió las escaleras que conducían hasta la habitación de Lisa. Se detuvo frente a la puerta blanca y giró la manilla lentamente para entrar, las cortinas estaban abiertas y dejaban entrar buena luz como para poder mantener la visibilidad. Lo cierto era que no quería encender las luces, porque esperaba poder verla en medio de la oscuridad. 

  El joven avanzó hasta uno de los veladores y tomó en sus manos un retrato de ellos dos abrazados, lo acaricio con el pulgar y deseó poder volver el tiempo para abrazarla otra vez. 

  Cuando sintió un susurró en su oído y una fría brisa recorrer su nuca, se estremeció y contuvo la respiración. 

  — ¿Qué haces aquí?... 

  — ¿Qué haces aquí?...

  El joven dudó en darse la vuelta, pero finalmente lo hizo y la contempló parada a unos pasos de él, con su débil apariencia, y su expresión de tristeza plasmada aún en su rostro. La luz de la luna entrando en la habitación le permitía verla con claridad, Gerard sentía ganas de abrazarla, pero tenía claro que nada de eso serviría, tratándose de una fantasma...

  — Te he preguntado algo, Gerard — insistió ella. 

  — He venido por ti, por nosotros. 

  — ¿A qué te
refieres ahora?

  — Supongo que quería recordar más cosas sobre los dos. 

  — ¿Vas a seguir con esto? — le preguntó derramando una lagrima — ¿de qué manera tendré que explicarte, Gee? No puedo permanecer más tiempo aquí. Sin embargo no puedo irme, porque tú me lo estas impidiendo. 

  — Yo no quiero que te vayas…

  — Amor mío, entiende. — le suplicó — Hay cosas que ya no se pueden cambiar, una de ellas es que estoy muerta…tú estás vivo. Y no sabes cómo le agradezco a Dios porque lo estés. Tienes toda una vida por delante…y…

  — Sin ti no tengo vida — la interrumpió. 

  — Si la tienes, seguramente encontrarás a alguien que te hará feliz, y te amara con la misma intensidad que yo te amé. 

  — Pero yo no podría ni siquiera fijarme en alguien más.

  — Debes intentarlo, sabes que siempre estaré contigo. Pero como sabes…estoy muerta, y solo podré estar en tu corazón y tus pensamientos, en tus recuerdos y en los maravillosos momentos que pasamos juntos. — Lisa había comenzado a sollozar más fuerte. Gerard no podía controlar la angustia que lo rodeaba cuando la observaba en aquel estado.

  — ¿Y qué sucedería si yo me voy contigo? — inquirió él.

  — ¿Qué dijiste? — preguntó horrorizada al darse cuenta que efectivamente Gerard pensaba en suicidarse. — amor, nunca vuelvas a decir eso. 

  — Pero es lo que siento — contestó él. 

  — Gee…tienes tantas cosas que hacer en esta vida. No puedo quitarte todo…no me lo perdonaría. 

  — Pero estaría contigo… — el joven no parecía querer comprender lo que su ángel le decía. Estaba aferrado a la idea de tenerla para siempre. 

  — Yo no quiero que te hagas eso, sería horrible. Yo quiero cuidarte desde arriba, y verte ser feliz. 

  — No puedo ser feliz sin ti. 

  — ¿De qué hablas? — Preguntó ella desesperada — tienes una hermosa familia…y tienes muchas oportunidades de ser feliz con alguna chica. 

  — Yo no quiero eso — respondió determinadamente y avanzó hasta ella para intentar tomar sus manos entre las suyas, lo que más le impactó fue cuando sus dedos se rozaron por unos segundos; pero luego volvió a ser como el aire. Lisa lo miró confusa y asustada por lo que había logrado. 

  — ¿Cómo hiciste eso?

  — No tengo idea…tu piel esta fría. — dijo tristemente.

  Llevó su mirada hasta ella y pudo notar como Lisa observaba sus manos, mientras intentaba buscar una explicación ante el tacto. 

  — Creo que mi presencia aquí es más fuerte…— dijo finalmente. 

  — ¿Qué?

  — Que mi presencia es más fuerte. Estoy rodeada de todo lo que más amaba…tal vez sea por eso. 

  — Intentemos otra vez. — la animó Gerard ofreciéndole una mano. Ella lo miró inquieta y dudó un segundo antes de atreverse; sin embargo fue inútil tras prácticamente tocar a la nada. Una desesperación se apoderó de sus ojos y Gerard suspiró. — tranquila…no pasa nada.

  Ella se apartó lentamente y se acercó a la ventana, la luz de luna parecía atravesarla tenuemente, volteó a ver a Gerard y derramó una lágrima. 

  — ¿Puedes ver ahora por que debes continuar?

  — ¿Eso es lo que desea verdad? — Lisa asintió. 

  — Pues que lastima…porque prefiero quedarme solo por el resto de la eternidad a que cambiarte por alguien más. Nadie podría ocupar tu lugar, amor.

  Ella le dedico una sonrisa carente de felicidad.

  - ¿En qué momento me enamoré de ti, tonto?

  — No lo sé…pero yo de ti me enamoré en un abrir y cerrar de ojos. Fue como si hubieras aparecido en mi vida para traerme paz y felicidad…por eso eres mi ángel. 

  — Y ahora soy un fantasma… — le dijo con pesar. 

  — Para mí eres todo un ángel…apacible, hermoso y protector…

  Lisa sonrió tiernamente…

  — Prométeme que me harás caso. 

  El rostro de Gerard se tensó. 

  — No puedo…

  — ¿Por qué no?

  — Lisa… ¿Cómo pretendes que me aleje de ti?

  — No estoy viva Gee…debes comprender eso. 

  — No es algo que quiera comprender…

  — Siempre habías sido testarudo, pero siento que no puedo contigo esta vez…— le dijo débilmente. 

  — Por eso la solución más lógica es que yo…

  — ¡Ni te atrevas a decir eso, Gee! — le espetó asombrada ante los claros pensamientos de él. 

  — Pero todo sería más sencillo así…— le confesó. 

  — No lo sería…créeme. — sonrió una última vez y se desvaneció entre la luz de la luna.

  Gerard se sentó sobre la cama de su novia y tomó un retrato en sus manos. ¿Qué pretendía Lisa?, ¿Cómo había sido capaz de pedirle que se olvidara de ella?...para él, ella era un capitulo sin terminar y que merecía seguir abierto por siempre, no podía dar vuelta la hoja así como así, y buscar consuelo en otra chica; cuando, en realidad, la única que permanecía en sus pensamientos todo el día era ella…y nadie más que ella. 

  Finalmente, decidió marcharse a su casa. Había apagado el teléfono apropósito para no responder a las llamadas de sus padres y seguramente estarían preocupados. Se levantó de la cama dejando el retrato donde estaba, sin antes darle un beso, y salió de la habitación dejándola cerrada como estaba antes de entrar. 

  Bajó las escaleras y observó a Jessica, quien tomaba una gaseosa en la sala. La pobre adolescente se había quedado completamente sola, Lisa era su compinche hermana, y la única razón por la que había superado el abandono de su padre. Gerard no podía imaginarse las fuerzas de aquella mujer. 

  — ¿Te vas ya? — preguntó cuándo lo vio. 

  — Si, que tenga una buena noche. 

  — Gracias…espero que mi angelito me cuide. 

  — Está haciéndolo, créame. — Le sonrió él dulcemente — buenas noches. 

  Una vez que se hubo despedido se retiró de la casa y volvió a la suya para encontrarse con una persona que Gerard no esperaba encontrar. Donna le había sonreído y le dijo que alguien lo esperaba en la sala. Él avanzó con el corazón en la mano, por no saber quién era; pero cuando la vio se sorprendió. 

  — Hola, Gee — saludó con una pequeña sonrisa la rubia chica sentada en la sala. 

  — Lyn-Z… ¿Qué haces aquí?

  — Volví — rio ella. Se levantó para saludarlo con un abrazo al cual él correspondió. — siento mucho lo que pasó con Lisa…— le murmuró al oído. Gerard luchó por controlarse y no echarse a llorar, odiaba que las personas le dieran el pésame por su muerte. 

  Incapaz de contestar, se limitó a asentir con la cabeza. 

  — ¿Cuándo volviste? — le preguntó Gerard, recordando que la última vez que la había visto ocurrió hace dos largos años, cuando ella se había marchado para estudiar en el extranjero. 

  — Ayer — le dijo con suavidad. — quería visitar a mis padres, los extrañaba mucho. 

  — Me imagino…— dijo él tratando de llevar el hilo de la conversación. 

  — ¿Se les ofrece algo mientras charlan? — preguntó Donna a sus espaldas con una sonrisa en el rostro. 

  De pronto el joven reaccionó. Su madre intentaba poner a Lindsey en su camino para que se olvidara del luto, la miró desconcertado y antes de que Lindsey pudiera responder se retiró de la sala dirigiéndose a su habitación y pegando un portazo al cerrar la puerta.

   — — No sé qué sucede con este chico — dijo Donna, dirigiéndose a Lindsey, quien se había quedado con una confundida expresión en el rostro. 

  — Debe estar estresado por lo de Lisa —contestó la pelirroja— no debe ser fácil para él. 

  — Confío en que tú lo ayudarás…

  ... — ¿Y que podría hacer yo? — inquirió ella. 

  — Gerard y tú se conocen desde pequeños, supongo que pasar tiempo contigo, ahora que has vuelto, lo distraerá un poco
. Ya sabes que no es de tener muchos amigos; desde que Lisa murió se la ha pasado solo en su cuarto. Es desesperante…

  — No está insinuando que yo me haga su novia, ¿o si?

  — No si tú no lo quieres así, querida. Pero…si lo piensas, tienes toda mi bendición — le dijo Donna, guiñándole un ojo.

  Lindsey sonrió levemente. 

  — ¿Por qué no vas a hablar con él? — la incitó. 

  — No creo que sea lo mejor — musitó dudosa, le había asustado la manera en que Joe había salido de la sala. 

  — Hazme caso, Lin. Seguramente se sintió presionado conmigo aquí, tal vez necesite estar solo con una amiga. 

  — Está bien, lo haré. 

  La pelirroja se apresuró en ir al segundo piso de la casa y se detuvo frente a la puerta cerrada de Gerard. Estiró la mano con nerviosismo y llamó tocando. Desde adentro, pudo escuchar la voz de Gee echándola, pero Lindsey hizo caso omiso y siguió insistiendo; de pronto se dio cuenta de que él estaba llorando, escucho unos leves sollozos y su deseo de abrir la puerta se hizo más grande. 

  — ¿Gee?, por favor, ábreme. 

  — ¡No! — gritó él desde dentro. — vete de aquí, Lindsey…quiero estar solo. 

  — Sólo vengo a hablar contigo…por favor, hace dos años que no nos vemos. ¿No podemos conversar aunque sea un rato?

  — No. 

  — Gee…sé que te sucede. Por favor ábreme. 

  Ella escuchó movimientos desde dentro y luego de unos segundos la puerta se abrió. Gerard tenía los ojos irritados, y ahora la observaba con una mirada de pocos amigos. 

  — ¿Puedes largarte de aquí, por favor? — inquirió él con sequedad. 

  — No…no me pienso ir — respondió Lindsey determinadamente, luego se acercó a él y lo abrazó. Gerard se quedó petrificado, y escucho como ella murmuró en su oído: — sé por lo que estás pasando, pero no lograrás nada quedándote aquí encerrado.

  Lindsey lo sintió estremecerse levemente entre sus brazos, y luego lo escuchó sollozar.